Porque no hay nada mejor que escribir (desde el tendido de los sastres) y torear (desde esa gran plaza que es la vida)

25 junio 2015

ENRIQUE GINER, ESCULTOR Y MEDALLISTA

Este junio se cumplen 20 años de la inauguración del Museo de Medallística Enrique Giner de Nules. Casualmente, cumpliéndose también 25 años de la muerte del artista Hijo Predilecto de la Vila. De momento ni se vislumbran conatos de homenaje en su pueblo natal, pero este magnífico artista, nacido en esta población castellonense en 1899, es sin duda uno de los referente de la escultura y medallística valenciana del siglo XX.

Se trata de un autor con una producción escultórica netamente académica. Los algo más de cincuenta años productivos del que llegó a ser Catedrático de Estudio de Grabado Hueco de la Escuela Superior de Bellas Artes de San Carlos en Valencia, es medio siglo de una producción fundamentada en dibujos -muchos de ellos preparatorios-, medallas y bultos redondos de extraordinaria factura.

Su obra figurativa deja atisbar, desde un primer golpe de vista, todo lo que Giner supo seleccionar y recoger de todo su vivencia estudiantil de la valencia de principios del siglo XX. No solo formal, sino también conceptualmente, el nulense es todo un ejemplo de aprendizaje de escuela, de estudios del natural y de aplicaciones de taller. Dicho esto, tal vez, no aparecería aquí más que como uno de los muchos artífices académicos que salió de nuestra provincia, pero, tal y como Salvador Octavio Vicent afirmó en cierta ocasión, su importancia artística gravitó en su capacidad de selección, una selección extraída de la realidad y que aplicaba a unas figuras que acabaron convirtiéndole en uno de los clásicos, con todo tipo de mayúsculas, del bulto redondo español.

Dibujo "Rompiendo el haz de flechas"

En sus dibujos vemos el contorno muscular del cuerpo humano -sea masculino o femenino- trabajado siempre desde el juego del claroscuro; buscando, desde cualquiera de las posiciones que puede adoptar una figura, acabar conformando hasta la menor de las fibras que acompañan el movimiento armónico, más o menos rígido, o más o menos reposado, pero siempre armónico, del resto del cuerpo.

Sus esculturas son una profundización de su conocimiento del dibujo. No solo sabe fielmente trasladarlo a la materia sino que, al tridimensionalizarlas, los puntos de vista no se agotan y la coherencia de sus perspectivas y escorzos son evidentes.

Con todo, lo más popular de su obra son sus medallas. El arte medallístico no es precisamente el género artístico que más alegrías ha dado al arte valenciano, y en general español, en cuanto a difusión y profusión de autores se refiere si nos comparamos con otros países -y no precisamente por no ser un arte capaz de concretar el más plausible de los valores plásticos e idearios estéticos-, pero Giner Canet rompe cualquier tipo de subestimación y lo eleva al más elevado grado de satisfacción. Las medallas que contemplamos, «pequeñas en sus dimensiones siempre, ambiciosas en su mensaje y portadoras de valores que quieren escapar de su breve contorno», según proclamaba el propio autor, o las propias pruebas de plaqueta que conservamos, no solo son estudios de retrato, anatomía, en ocasiones de perspectiva, o en otras de modelado; son lecciones de historia, de historia de los valores.

Escribió Enrique Giner en su discurso de ingreso a la academia sancarlina -todo un texto de comprensión estética y ética- que el escultor renacentista Pisanello «creó en su siglo, de una vez e insuperablemente -nadie le ha mejorado-, la medalla, con una estética propia, una técnica adecuada y un porvenir para siempre roturado, hecho posible y viable. En lo sucesivo, en tanto las medallas serán tales, cuanto más sigan o se acerquen a las de Pisanello». Solo esto explica el espíritu del artista nulense.

Utilizando su propia teoría sus medallas no son solo máximos exponentes por acercarse técnica y estéticamente a Pisanello, sino que además, en ciertas ocasiones, sus referentes iconográficos son rastreables desde las mismas fuentes literarias y visuales que manejó el italiano, llegando incluso a aprovechar medallas como la del aniversario de la Institución Alfonso el Magnánimo -obra de 1958- para recurrir retratística y en cuanto a leyenda se refiere, a una medalla que el propio Pisanello realizó en Nápoles en 1448 cuando estuvo bajo el patrocinio del propio Alfonso V. No solo utiliza el mismo retrato y corona, también la más que elocuente leyenda Vir sapiens domininabitur astris, claro reflejo de las mentalidades. 

Medalla "Juegos del Mediterráneo"

Destacaremos para cerrar, algo que habitualmente no ha sido punto de mira en la producción medallística de Giner. Es de interés la utilización del campo metálico del que hace uso. A mediados del siglo pasado se extendieron los comentarios -en la emergente crítica- sobre la posible subyugación que las gráfilas o exergos practicaban con las representaciones propiamente dichas e inscritas en las medallas. Valga el dato aquí porque, aunque no es un recurso totalmente extendido en nuestro autor, fue éste uno de los que, tal y como por ejemplo puede verse en la medalla de los Juegos del Mediterráneo, sin complejos y desde el academicismo, pero de modo desenfadado, utilizó la totalidad del campo de la pieza para, en este caso, liberar -e incluso digamos dislocar- el canon corporal en pro de la reelaboración, del desarrollo, figurativo.

A. Mechó (@ArsMetallica)

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